En Iona, me enamoré

Iona

Cuando mis pies se posaron sobre la arena de la sagrada isla de Iona, sin darme cuenta entré en otro mundo. Ya antes de llegar, en el trayecto en barco, las aguas que atravesábamos me habían ido envolviendo como en un mágico abrazo, avisándome – sin yo saberlo – de mi próxima entrada a un mundo diferente, al mundo antiguo, al espacio donde todo es posible.

Al bajar del barco  no fui consciente de traspasar el velo; iba disfrutando con mis compañer@s de viaje en un estado de alegría, disfrute y risa … parecía que habíamos decidido ser niñ@s todos a la vez… tardé un poco en darme cuenta que simplemente nuestras almas se habían reencontrado y se alegraban inmensamente por ello.

Según pasaban los días, y mis pies caminaban por Iona, la isla fue entrando en mi y  paulatinamente el tiempo desapareció de mi realidad; una suavidad dulce y amorosa se  iba instalando en mí interior, dejándose sentir como una caricia continua, hasta que llegó a mi corazón – en ese momento supe que ya no había vuelta atrás…. Me había enamorado.

Recorrimos playas con arenas finas y rocas suaves; siglos de erosión marina las habían tallado amorosamente. Sus prados verdes, la abadía con siglos de historia y sus increíbles cruces celtas; las tumbas de reyes tan antiguas que se pierden en el tiempo.… ellas nos recuerdan que para los antiguos Iona también era sagrada; una puerta al otro lado.

Y el mágico pozo de Brigit… al llegar arriba de la colina el paisaje te deja sin palabras pero la magia… la energía de Iona en estado puro… te deja sin aliento. Cuando llegamos arriba se hizo un silencio… como si alguien nos hubiera susurrado que pisábamos suelo sagrado Allí sentí que mi alma se expandía y que los cuatro elementos se hacían uno: los rayos de sol tocaban mi cara, la brisa me acariciaba, el mar me rodeaba y me hacía escuchar sus olas, y la verde y húmeda  tierra tocaba mis pies –  y sentí que todo era uno y que llegaba al centro de mi ser, el lugar donde habita el alma. Así, sin una palabra, dejándonos llevar casi mecer, Iona nos abrazó, entró en nosotras alojándose en nuestro corazón, regalándonos su esencia y depositando su semilla para que, cuando estemos preparadas, activemos su energía y su magia allí donde estemos.

A partir de ese momento, ya no volví a ser la misma; mi alma sabe lo que quiere, me lo hace saber y no puedo negárselo. El camino no es fácil pero es mucho más interesante, colorido y apasionante y la realidad se abre ante mí como un abanico de posibilidades multicolor.

Desde entonces la energía de la isla me acompaña y a veces, cuando mi corazón duele, sé que es la Dama de Iona, que me llama para que vuelva a casa.

 Cuando mis pies se posaron sobre la arena de la sagrada isla de Iona, sin darme cuenta entré en otro mundo. Ya antes de llegar, en el trayecto en barco, las aguas que atravesábamos me habían ido envolviendo como en un mágico abrazo, avisándome – sin yo saberlo – de mi próxima entrada a un mundo diferente, al mundo antiguo, al espacio donde todo es posible.

Al bajar del barco  no fui consciente de traspasar el velo; iba disfrutando con mis compañer@s de viaje en un estado de alegría, disfrute y risa … parecía que habíamos decidido ser niñ@s todos a la vez… tardé un poco en darme cuenta que simplemente nuestras almas se habían reencontrado y se alegraban inmensamente por ello.

Según pasaban los días, y mis pies caminaban por Iona, la isla fue entrando en mi y  paulatinamente el tiempo desapareció de mi realidad; una suavidad dulce y amorosa se  iba instalando en mí interior, dejándose sentir como una caricia continua, hasta que llegó a mi corazón – en ese momento supe que ya no había vuelta atrás…. Me había enamorado.

Recorrimos playas con arenas finas y rocas suaves; siglos de erosión marina las habían tallado amorosamente. Sus prados verdes, la abadía con siglos de historia y sus increíbles cruces celtas; las tumbas de reyes tan antiguas que se pierden en el tiempo.… ellas nos recuerdan que para los antiguos Iona también era sagrada; una puerta al otro lado.

Y el mágico pozo de Brigit… al llegar arriba de la colina el paisaje te deja sin palabras pero la magia… la energía de Iona en estado puro… te deja sin aliento. Cuando llegamos arriba se hizo un silencio… como si alguien nos hubiera susurrado que pisábamos suelo sagrado Allí sentí que mi alma se expandía y que los cuatro elementos se hacían uno: los rayos de sol tocaban mi cara, la brisa me acariciaba, el mar me rodeaba y me hacía escuchar sus olas, y la verde y húmeda  tierra tocaba mis pies –  y sentí que todo era uno y que llegaba al centro de mi ser, el lugar donde habita el alma. Así, sin una palabra, dejándonos llevar casi mecer, Iona nos abrazó, entró en nosotras alojándose en nuestro corazón, regalándonos su esencia y depositando su semilla para que, cuando estemos preparadas, activemos su energía y su magia allí donde estemos.

A partir de ese momento, ya no volví a ser la misma; mi alma sabe lo que quiere, me lo hace saber y no puedo negárselo. El camino no es fácil pero es mucho más interesante, colorido y apasionante y la realidad se abre ante mí como un abanico de posibilidades multicolor.

Desde entonces la energía de la isla me acompaña y a veces, cuando mi corazón duele, sé que es la Dama de Iona, que me llama para que vuelva a casa.

 

©Patricia Domingo